viernes, 9 de mayo de 2008

¿Quien dijo realismo sucio?

Breve trilogía de mi generación



I

He decidido, por fin,
regalar mi trompeta.
Me gasté un dineral,
y ahí está, ni la he mirado.
Pero tengo un amigo que
sabe tocarla, y no tiene trompeta.
No digo nada, pero pienso
que esta trompeta
nunca llegó a ser del todo mía.
Las cosas no están hechas
para quienes las compran,
sino para quienes luchan
por conseguirlas.


II

Lo he visto, no estoy ciego.
Llevo años contemplando
cómo disfrazan su encanto,
cómo se precipita
la luz que cobijó sus ojos,
y se quedan tan quietos
como la aguja sobre
una canción elegida en el vinilo.
He visto también
todo lo solos que en sí mismos
les deja la vida,
y que sonríen con toda la oscuridad
del mundo estallándoles en la cara.
Cosas que pasan de repente.
Cosas que pasan muy lentamente.
Pero no he sabido decirles
qué cosas eran exactamente
las que pasaban.
Y cuando tuve el valor de cuestionar
-Eh, ¿qué os está pasando?-,
contaban su euforia como se cuenta un milagro.
Ya era tarde, se ahogaban de felicidad.


III

Fue así que me puse a observar
cómo le iba a la gente de mi edad.
La mayoría había conseguido
estas cuatro cosas:
trabajo fijo, piso propio,
estaban casados, y tenían hijos.
Fue deprimente: yo no tenía nada.
Pero estuvo bien que les contara
cómo una joven de 18 se había enamorado de mí,
todos dibujaron un gesto de envidia.
Estuvo bien que nada había
que les hiciera creer que toda decisión
podría haber sido distinta.
Vivían en una especie de compromiso crónico
que les impedía ser ellos mismos.
Básicamente, eran mentes vencidas
en cuerpos de atleta.
Desde luego, me hicieron un gran favor:
aprendí a quererme,
y me reconcilié con mis temores.
No he vuelto a sufrir
ninguna otra crisis de identidad.
Por fin respiro libre.



Pequeños placeres

Ay que placer
arruinar los días en cosas de poca importancia,
escribir algo que no salga rentable,
asistir a reuniones inútiles,
concluir sin dietas de viaje
bajo la noche estrellada.
Ay qué placer
invitar a todo el bar,
no rebasar los 80 km/h por la autopista,
sonreír en los atascos,
ignorar los precios de la compra.
Ay qué placer
no saber la hora,
perder una buena oportunidad,
trabajar de gorra,
vivir sin concesiones.
Ay qué placer
combatir el capitalismo
con sus propias armas.

Pako Aristi – Traducción del euskera Tres cuadernos y un destino

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.retratode10.blogspot.com/ entra en esta pag. es de un colega mio lee el relato en el k explica k kiere ser periodista es buenisismo txo! azme kaso