
Hoy estamos en una terraza de moda de la costa. El esta medio solo y yo con todos mis amigos de veraneo. Ahora sería muy fácil cobrarme todo el daño que me ha hecho. Primero quiero verificar que no sabe quien soy. Voy al baño a ver si se acuerda de mí al verme. Al pasar por delante de él le miro a la cara y ni me reconoce. Claro, yo ya no soy ese pedazo de pan más bueno que Heidi y Marco juntos. Ahora mido casi dos metros, le saco una cabeza y media y estoy más ancho y fuerte que nunca. Soy un adonis y el es un puto desecho humano. Dejo que mis amigos se vayan al siguiente pub. Me quedo en la barra hablando con la camarera mientras lo observo. Su mirada ya no es fiera, sino todo lo contrario. Está apocado, ceniciento. Le noto tics nerviosos. Bebe su cerveza solo. Su hermana está fuera con una amiga y no parece que le hagan mucho caso. Me siento a su lado y pido un cubata de ron mientras me hago un porro. Me mira y le pregunto si le molestan los porros mientras le echo el humo por encima. Al rato ya me esta contando sus desastrosas vacaciones con su hermana mientras fuma de mis canutos. Después de estar un rato hablando sobre el pueblo y chorradas de veraneantes le digo que me quiero meter un tiro de coca y que si también él quiere lo mejor es que vayamos al mirador para estar más tranquilos solos. El tío parece contento con su nuevo amigo. Tal vez sea gay y crea que ha ligado y que me van los osos. Hay que joderse. Le doy la bolsa para que haga unos tiros. Esta flipando, no sé si por los porros o por la suerte de conocerme, no se lo cree. Le digo que haga dos rayas para cada uno. Yo me las meto con mi propio rulo. No me vaya a pegar nada el mierda este. Ahora es cuando podría tirarle por el acantilado y mañana aparecería entre las rocas. Dirán que estaba drogado y que se cayó de manera fortuita. Pero… ¿En qué lugar quedaría yo? Sería un asesino. Sería un ser mucho más despreciable que el. La diferencia que veo es que él era un hijoputa de chaval y yo en cambio tengo consciencia de mis actos y sus consecuencias, que él tal vez no tenia con 10 años. Aunque yo a esa edad ya sabía discernir entre el bien y el mal, es más, creo que sé lo que es el bien y el mal desde que tengo uso de razón, gracias a gente como él. Lo cual me lleva a pensar que él no era poseedor del mal de forma intrínseca. Lo tuvo que aprender de alguien. Es precisamente ahora cuando estoy con él, colocado pero plenamente lúcido, cuando afloran los recuerdos y me doy cuenta que fueron sus padres los culpables de todo y quienes le inculcaron el odio hacia mi familia. Éramos vecinos puerta con puerta. Nosotros teníamos todo lo que el mundo ansia. Mis padres eran guapísimos y mucho más jóvenes que los suyos. Nos íbamos de vacaciones a sitios maravillosos cuando la gente solo aspiraba ir a su pueblo o a Benidorm. Los negocios de mi padre iban hacia arriba cuando al suyo lo echaron de la fábrica por la reconversión industrial. Éramos una familia idílica. Nos odiaban a muerte y el odio que veía en casa él lo asumió como su cruzada particular para recuperar el orgullo perdido de su familia. Yo a mis padres les intentaba decir lo que pasaba con las palabras de un crio de 6 años pero entonces se decía que eran ‘cosas de críos’. A mi padre solo le veía los fines de semana y cuando le decía algo él me respondía que me defendiera, que fuera como los demás niños. El era un triunfador, o mejor dicho, un luchador, y no concebía que su simiente no fuera un cabroncete como lo fue él de pequeño en su pueblo. Mi madre en cambio creo que sabía de mi padecimiento pero sin saber a qué grado llegaba. Tenían muchos problemas y quebraderos de cabeza con los negocios como para preocuparse de ‘cosas de críos’. Bueno, han pasado diez años desde entonces y aquí lo tengo. Ahora me está contando chorradas de su hermana como si me la quisiera endosar y lo que no sabe es que yo ya le gustaba a su hermana de pequeño aunque a mí nunca me gustó ella. Me aburre ya su presencia. Me da pena el desgraciado este por lo que decido terminar ya de una vez. Me asomo a la barandilla del mirador y miro como el mar golpea las rocas. La luna repentinamente aparece iluminándolo todo. Noto como el yodo marino suspenso en el aire penetra hasta las profundidades de mí ser. Siento un escalofrío. Me giro y mirándole le digo que me tengo que ir con mis amigos. Cuando intenta farfullar alguna incoherencia, le doy la coca que me queda por lo que se muestra sorprendido y muy agradecido. Nos despedimos y me voy por el camino de la costa bajo una luna que me mira complaciente pensando que lo tengo todo y el nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario